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El yo superior: más cerca de lo que parece

Vale, hablemos claro: eso que algunos llaman yo superior no es un invento moderno de manuales de autoayuda. La idea de que dentro de nosotros hay una parte más amplia, más sabia y conectada, se repite desde hace siglos en culturas muy diferentes. Lo curioso es que, aunque suene espiritual (y lo es), en la práctica se siente de manera bastante simple.

Qué es exactamente el yo superior

Intentar definirlo con precisión es como querer meter el mar en un vaso de agua. El yo superior es la dimensión más profunda de ti mismo, la que no está atrapada en el miedo, la prisa o las dudas del día a día. Es esa voz suave que no se impone, que no grita, y que sin embargo tiene un peso especial. Como si fuera el “tú” que sabe hacia dónde va el río cuando tú solo ves las olas de la orilla.

¿Dónde está?

Aquí viene lo divertido: nadie lo ha encontrado en una resonancia magnética ni con un microscopio (y probablemente no lo harán). No es un órgano ni un chakra aislado; es más bien una capa de conciencia. Algunos lo ubican como una conexión con lo divino, otros lo sienten en el centro del pecho o justo “arriba” de la cabeza. Al final, lo importante no es señalar un punto exacto, sino reconocer cuándo se manifiesta.

Para qué sirve (y para qué no)

Sirve para orientarte cuando las brújulas normales se quedan cortas. No es un oráculo de “sí” o “no” automático, sino un modo de sentir claridad en medio del ruido. Por ejemplo: estás dudando si mudarte a otra ciudad. Tu mente hace listas de pros y contras, tu familia opina una cosa, tus amigos otra… y de repente aparece un destello de certeza que no viene de ninguna de esas voces. Ese destello suele ser tu yo superior.

Lo que no sirve es para justificar caprichos (“mi yo superior me dijo que me compre este coche de lujo”). Tampoco para delegar toda decisión importante. Es una guía, no una excusa.

Cómo reconocerlo sin confundirse

La diferencia principal con los pensamientos comunes es el tono: el yo superior no viene cargado de ansiedad. Suele sentirse tranquilo, sereno, incluso cuando te señala algo incómodo. Una especie de “sé que tengo que hacerlo aunque me incomode”. Y ojo, no siempre aparece en meditaciones formales: puede surgir caminando por la calle, al despertar de un sueño, o incluso viendo una película (¿nunca te ha pasado que un diálogo tonto de comedia romántica te dé de repente la clave para tu vida?).

Un poco de historia

Aunque ahora se hable mucho de estos temas en contextos espirituales modernos, la idea es antigua. En la India, el Atman era visto como la chispa eterna dentro del ser humano. Platón hablaba de un alma superior capaz de recordar lo eterno. Más cerca de nosotros, la teosofía y corrientes esotéricas del siglo XIX popularizaron el término “yo superior” tal como lo conocemos. En resumen: cada cultura lo llama a su manera, pero la intuición es universal.

Vivir con esa conexión

El yo superior no es un “personaje” separado de ti, sino tu parte más lúcida. Lo mejor que puedes hacer es aprender a escucharlo sin obsesionarte. A veces aparece claro, a veces no; y esa ambigüedad forma parte del juego humano. Nadie vive en conexión constante con su yo superior (y si alguien te lo vende así, sospecha). Es más bien un ir y venir, como una radio que a veces sintoniza y otras no.

Y ya que hablamos en confianza: yo lo comparo con ese amigo que no ves todos los días, pero cuando lo encuentras te dice justo lo que necesitas. Ni más, ni menos.

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