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El tantra: más allá de los clichés

1. Qué significa el tantra y qué es

Cuando escuchas “el tantra”, lo primero que suele venir a la cabeza es la típica asociación con sexo tántrico y velas rojas. Reducirlo a eso es como decir que la cocina italiana son solo pizzas: cierto… pero te pierdes la pasta, los risottos, los vinos.

La palabra “tantra” viene del sánscrito y se traduce como “tejido” o “entrelazado”. Tiene sentido: no va de separar, sino de hilar cuerpo, mente, emociones y espiritualidad en un mismo tapiz. Lo curioso es que en sus raíces no se limitaba a la cama, sino que se presentaba como un camino de expansión de la conciencia. Cada experiencia (sí, también la sexual, pero no solo esa) se convertía en una puerta para conocerse mejor.

En resumen: el tantra es una filosofía y a la vez un conjunto de prácticas que buscan borrar la frontera entre lo espiritual y lo terrenal. Comer, respirar, tocar, mirar… lo de siempre puede sentirse ritual si lo vives con plena atención.

Fuente de la imagen: Tarotespiritual.es

2. Cómo se usa en la vida cotidiana y en la intimidad

El tantra no es una teoría que se queda en los libros: se practica. ¿Cómo? Desde lo simple. Respirar lento, observar al otro con calma, alargar el contacto sin prisas. Son gestos tan pequeños que parecen obvios, pero ahí está el truco: en dar valor a lo que solemos pasar por alto.

En lo íntimo, el tantra propone cambiar la meta: no se trata de llegar rápido al orgasmo, sino de explorar cada fase como si fuera un viaje. De ahí que las parejas que lo practican hablen de más conexión, más comunicación y menos prisa. (No es casualidad que muchas personas lo comparen con “aprender a saborear un vino en lugar de beberlo de un trago”).

Fuera de la cama también funciona. Hay prácticas tántricas de meditación, de visualización, de canto de mantras, incluso de movimiento corporal. En el fondo, todo se resume en lo mismo: usar lo cotidiano para estar más presente.

3. Las posturas de tantra: cuántas hay y para qué sirven

Aquí llega la parte que más suele despertar curiosidad: las posturas. No existe un catálogo cerrado como el del Kamasutra, pero sí varias posiciones que facilitan la conexión energética y emocional entre dos personas.

Por ejemplo, la postura de “Yab-Yum” (la más representada en esculturas antiguas) muestra a uno sentado con piernas cruzadas y al otro encima, de frente. Más allá del aspecto sexual, lo importante es el contacto cara a cara, la sincronía en la respiración y el simbolismo de unión de energías.

Hay otras variantes: sentados frente a frente tomados de las manos, acostados en paralelo sintiendo la respiración del otro, o de pie abrazados en quietud. Cada postura tiene un “para qué”: unas ayudan a la intimidad emocional, otras a la relajación conjunta, otras a la circulación de energía. La clave no está en la acrobacia, sino en la conciencia.

4. Historia y evolución del tantra

Los orígenes de el tantra se sitúan en la India, hace más de mil años, aunque no hay una fecha exacta. Frente a corrientes que rechazaban el cuerpo, este camino eligió justo lo contrario: ver en el placer y en lo cotidiano una vía de crecimiento espiritual. Textos tántricos aparecieron en distintas tradiciones (hindúes y budistas), cada una con su propia interpretación.

Con el tiempo, esas enseñanzas viajaron a Occidente. Ahí empezó la confusión: muchos lo redujeron al sexo tántrico y dejaron de lado su dimensión filosófica y meditativa. Aun así, esa popularización sirvió para que más gente lo conociera, aunque a veces de forma parcial.

Hoy el tantra se mueve entre talleres de crecimiento personal, prácticas espirituales, terapias alternativas y, claro, también en el terreno de la sexualidad consciente. En cualquier caso, su historia muestra que no es una moda pasajera, sino un legado que sigue reinventándose.

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