El misterio del egregor: más cerca de lo que imaginas
¿Qué significa realmente la palabra egregor?
El término egregor viene de un concepto antiguo, ligado a la idea de una entidad nacida de la unión de pensamientos y emociones compartidas. Dicho así suena muy solemne, pero si lo bajamos a tierra… imagina a una peña de fútbol: cánticos, símbolos, pasiones que se repiten una y otra vez. Eso genera algo que no está solo en la cabeza de uno, sino que se siente en el aire. Pues bien, ese “algo” es lo que muchos llaman egregor.
¿Quién habló primero del egregor?
Se rastrea a textos griegos y judíos muy antiguos. En el Libro de Enoc, por ejemplo, se mencionan vigilantes o “egregoroi”, seres que observaban y acompañaban a la humanidad. Más tarde, ocultistas del siglo XIX, como Éliphas Lévi, rescataron el término para hablar de formas energéticas colectivas. Vamos, que no es un invento moderno de redes sociales, aunque ahora parezca que encaja perfecto.
Cómo nace o se genera?
Un egregor aparece cuando varias personas concentran emociones, símbolos y pensamientos en común. No hace falta un ritual raro: puede surgir de un club, una familia muy unida o un grupo de trabajo. Cuanto más se repite la práctica y más fuerte la emoción, más sólido se vuelve. (¿Nunca has notado que entrar en ciertas casas da una sensación concreta, incluso antes de saludar? Pues eso).
¿Para qué se utiliza?
Su uso ha sido variado: desde mantener cohesionados a colectivos religiosos hasta reforzar proyectos modernos de coaching o empresas que buscan “cultura de equipo”. Funciona como una especie de memoria emocional compartida; algunos lo ven como apoyo, otros como carga si se torna negativo.
¿Tiene vida propia?
Aquí se abre el debate. Hay quienes aseguran que cobra cierta autonomía, como si se alimentara del grupo. A mí me suena más a esa sensación de que “el grupo te arrastra”, incluso si tú solo querías estar de paso. ¿Es vida propia? Quizá no en el sentido biológico, pero sí en el práctico: cuesta muchísimo detenerlo una vez creado.
Los tipos de egregor y sus funciones
No hay una lista cerrada, pero suelen distinguirse varios:
Colectivos religiosos: Iglesias, cofradías, órdenes. Su fuerza está en símbolos y ritos.
Culturales o artísticos: Movimientos musicales (piensa en la movida madrileña) o corrientes literarias.
Políticos o sociales: Partidos, movimientos de protesta, incluso estados nación.
Corporativos o empresariales: La famosa “cultura de empresa”, que todos notan aunque no se vea.
Cada uno cumple la función de unir, dirigir y, en ocasiones, condicionar. Unos inspiran, otros oprimen, pero todos moldean comportamientos.
Historia viva del egregor
Ha viajado desde los textos sagrados hasta los cafés de tertulia en París, pasando por sociedades secretas y hoy, sí, grupos online. No es casualidad: las redes sociales generan egregores digitales a un ritmo brutal. Basta con entrar en un fandom de serie o videojuego para ver cómo se construye un ambiente compartido, casi tangible.
Una última reflexión (a medias)
El egregor no es un simple concepto muerto en un libro. Es algo que respiras cuando entras en un estadio, cuando participas en una manifestación o cuando tu grupo de amigos tiene “ese rollo” que lo hace único. Y quizá ahí está lo inquietante: ¿lo creamos nosotros… o acabamos perteneciendo a él más de lo que creemos?
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