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La Luna: origen, significado y fases

la Luna, siempre me ha intrigado. No solo por cómo se ve, sino por lo que provoca. Resulta que su nombre viene del latín lūna, que significa algo así como “la que ilumina la noche”. Bastante justo, ¿no? Esa luz suave que aparece sin avisar y nos acompaña en silencio. A veces la miro y pienso que no hay nada tan simple y tan misterioso a la vez.

La Luna tiene algo de espejo. Me da por pensar que refleja lo que llevamos dentro. Desde hace miles de años la gente la observa, la usa para sembrar, para medir el tiempo o simplemente para no sentirse tan sola cuando anochece. De alguna forma siempre ha estado ahí, haciendo de compañía muda.

¿Qué es, en realidad, la Luna?

Más allá de lo poético, es el único satélite natural de la Tierra. Mide unos 3.474 kilómetros de diámetro. Pequeña, sí, pero cuando la ves salir entre los árboles parece enorme. Su gravedad mueve las mareas, y su historia empieza hace unos 4.500 millones de años, cuando algo del tamaño de Marte chocó contra la Tierra. De ahí quedó este pedazo de piedra flotando a nuestro alrededor.
Allá arriba hay cráteres, polvo fino —el famoso regolito— y zonas que nunca ven la luz. Dicen que en algunas podría haber hielo. La verdad, me gusta imaginar que sí.

Las fases y lo que provocan

Cada fase tiene su propio carácter, como si la Luna también tuviera sus días.

Luna nueva: apenas se ve, como si se escondiera. Buen momento para pensar en lo que quieres empezar, pero sin prisas.

Cuarto creciente: aparece una línea de luz, una señal para moverse, probar, avanzar.

Luna llena: todo brilla, incluso lo que uno preferiría no ver. A veces trae energía; otras, un nudo en el pecho.

Cuarto menguante: la luz baja y con ella las revoluciones. Tiempo de soltar, limpiar, ordenar un poco el desorden.

Los antiguos agricultores sabían esto sin manuales ni ciencia. Solo miraban al cielo. Paciencia, intuición y costumbre, nada más.

Un poco de historia

Galileo fue de los primeros en observarla con un telescopio y descubrir que no era lisa, sino un paisaje entero. Luego vinieron las misiones Apolo: rocas, polvo, certezas y nuevas preguntas. Cuanto más aprendemos de la Luna, más lejana parece. Curioso, ¿no?

Al final

La Luna sigue ahí, siempre la misma y siempre distinta. A veces la miro sin pensar en nada, solo por verla. Supongo que todos lo hemos hecho alguna vez. Hay noches en que parece decir más que cualquier palabra.

 

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